La
sonrisa de mis hijos.
La complicidad de la bicicleta, mi celosa libertad y el olor inconfundible del
mar.
La despedida del sol, los fósforos y la fogata,
tu fuego y mi coraza.
El mate todo el día y el impulso.
El nudo en la boca del estómago, tantas veces;
los minutos finales de un buen partido, o todo el partido...
Los amigos del alma tomándome de la mano, y el alma de mi hermano en mi mano.
La música al mango y la madrugada sin sueño.
Que me veas, verte, vernos, cada uno como es.
Una fruta a tiempo.
Esas noches frías, de llovizna comiéndome la cara…
las primaveras de puro viento, los otoños rojos.
Siempre encontrar tiempo, nunca esperar.
El ventanal.
Algunos días, no saber.
Las frazadas, el fresco de las rocas... el color de cada cosa.
La cara de la luna, y la cara de los dados, o más bien jugar con dados, o más
bien jugar.
Y la cara en el espejo, para reconocer.
Cada cana, cada día, las imprecisiones,
cada acierto y hasta el simple error.
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