Mientras sacaba las calcomanías del placard de la cocina, le iba pidiendo disculpas. Lo mismo al mover los cuadros.
No me diría nada por hacerlo, lo aprobaría; seguramente estaría más preocupada porque me ocupara de terminar los cuartos de los chiquilines en lugar de insistir con la cocina.
Todo es raro, y lloro mucho, y también me río.
Cada vez que necesito algo, sé dónde buscarlo.
Nada me resulta extraño acá, en el sentido de ajeno, y está conmigo de la manera más presencial, si es eso posible.
La extraño, eso ya lo sabía, solo que estos días se vuelve más real.
Aparece por la puerta recordándome la medida de café de la cafetera. Me rezonga por no usar guantes y se inquieta al verme en el último peldaño de la escalera endeble.
Conozco de duelos. No me preocupa que duela, que sea duro o que no pase. Ya sé que nunca pasa del todo, ni es verdad que el tiempo cura.
Es que estos días intentaba resguardar a su hijo y a mis hijos de la pena; y recién hoy me di cuenta de que en ese intento me estaba quedando en banda yo, con una orfandad que por prestada no es menos propia, y con una casa… tan vacía y llena a la vez.
Precioso y sentido. Gracias por brindar un pedacito de vos
ResponderEliminarGracias!
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