Zurdos




13 de agosto, hoy.
Es el Día Internacional del Zurdo.
Una celebración que nació en Reino Unido en 1976, junto con el Left-Handers Club de Londres, un organismo creado para deshacer los mitos y supersticiones en torno a quienes “escriben con la mano izquierda”.
—Ah, ¿sos zurda?, me dicen aún, quienes lo descubren.
Simpáticamente, con asombro, como rareza “que no parecía”.
Una persona zurda tiene más desarrollado el hemisferio cerebral derecho y utiliza con mayor precisión los miembros inferiores y superiores del lado izquierdo.
Nada más. Lo mismo, pero al revés que la mayoría.
Somos entre el 8 y el 13% de la población mundial.
Desde la antigüedad —donde se consideraba herejes y/o brujos a los zurdos— hasta un pasado no tan lejano (siglo XX), en que los niños recibían castigos físicos por usar su mano hábil para escribir, la estigmatización fue permanente.

Aún hoy, el número real de zurdos sería mucho mayor si no existieran las presiones culturales.
Un cuarto de la población nace zurda, pero un gran porcentaje es obligado a cambiar esa modalidad durante el aprendizaje de la escritura, o simplemente lo hace, porque su naturaleza se tuerce.
Inconscientemente, la familia tiende a inculcar al bebé que tome los objetos con la mano derecha.

Día a día, los zurdos convivimos con objetos y artefactos hechos estrictamente para diestros: tijeras, tazas, carteras, ventanas, abrelatas, pestillos, escritorios, mouse, guitarras… la lista es infinita.
Y sin darnos cuenta, nos volvemos ambidiestros como si fuera “normal”.
Y no es normal. Dificulta, es antinatural. Nos cuesta.
Un poco por fundamentalista, me sigo calentando con cada nueva cosa que es para “el mundo diestro”.
Sin embargo, por reflexiva, pienso que lo peor, quizás, es que no hay soporte para la enseñanza de los niños zurdos.
Ni para enseñarles a adaptarnos al mundo al revés, ni para aprender a entender la lógica de una escritura a la manera de los diestros.
¿Viste escribir a un zurdo?
Miralo: lo vas a ver trepado a la hoja, enroscado en su espalda, invirtiendo el modo en que escribiría las letras.
Y esto ocurre porque la natural tendencia del zurdo es escribir en sentido inverso —como los árabes—, de derecha a izquierda, y no al revés.
Ahora bien: ¿cuántos maestros y padres ejercitan la enseñanza de la escritura para niños zurdos?
En casa, mamá me ponía dibujos punteados para que pudiera hacer las letras de arriba a abajo, y de izquierda a derecha.
Así, jugando, después pude hacer la “o” en el sentido del reloj, sin forzar la mano en el sentido inverso.
Y pude amar las palabras más rápido.
¿Y de maestros? Recuerdo sólo a Marina, la de primero, que me inclinaba la hoja para que no tapara lo que escribía y no me ensuciara la túnica.
Tal vez por eso, hasta hoy, sólo puedo escribir con la hoja paralela a la mesa.
¿Cuántas instituciones mantienen un porcentaje de bancos para zurdos?
En la mayoría de los liceos, universidades o institutos, directamente no hay.
Yo nunca tuve. Estudié siempre con el cuaderno en la falda.

Y para que no me quedara afuera de nada, Andrés —como zurdo hermano mayor— me fue dando todos los piques.
Y la abuela… la abuela daba vuelta el tejido, con infinita paciencia y dificultad para ella, sólo para que yo aprendiera a tejer.

Ser zurda. Una rareza más.

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